que se divulgue
su
nombre.
lo imagino, no lo sé.
no lo sé porque borró su Facebook,
su Twitter,
porque no contesta cuando lo llamo
y eso que lo llamé
casi
20
veces.
así que llamémoslo
algo así
como
“Z”.
bueno,
Z está clavado en su casa
por
la
cuarentena.
Z se quiere bañar,
pero Z tiene clase.
lo piensa unos momentos
y decide que
no debería
haber
problema
en hacer las
dos
cosas
al mismo tiempo.
Llena la bañera,
pone la computadora
en un banquito
para que le quede
justo
a la altura
de
la
cabeza.
se desviste,
se sumerge,
arranca la clase.
Ahora,
este plan
-brillante-
necesita,
para funcionar,
una
cosa:
que la cámara esté apagada.
Y estaba
apagada.
pero el destino es
muy
cabrón.
se prendió
y ahora tenemos
la clase,
a Z
desnudo
en su bañera,
lo peor
de
todo:
Z no se
da cuenta.
no se da cuenta hasta
que es
demasiado
tarde
y el video de él
desnudo
es tan viral
como
el
coronavirus.
entra en pánico.
cuelga.
escribe
un
mail
a la profesora
disculpándose,
explicando,
disculpándose
de nuevo,
y otra vez más
por
si
hace
falta.
Pronto
recibe
una respuesta:
“(Z),
dada la falta
de respeto
que manifestaste
en la
clase
de
hoy,
fuiste
desmatriculado
del curso.”
Podrían decir,
duro,
¿no?,
excesivo,
que un accidente
sea catalogado
como una
falta
de
respeto.
que te
desmatriculen
por
eso.
Pero yo
puedo
entender
por qué
las autoridades de la FIUBA
reaccionaron
así.
era la primera vez
que veían
un baño
en
condiciones,
y eso fue
simplemente
demasiado
para
ellos.