Peren. Los pongo en contexto.
En la década del 30 Karel Capek -un escritor checo de ciencia ficción- tuvo una idea. La idea le gustó tanto que escribió una obra. La llamó “La enfermedad blanca”.
Se trata de una pandemia en el mundo moderno. Todo comienza en China. De ahí sale el virus y pronto se empieza a propagar por todo el mundo, porque esa es la particularidad de este virus, es altamente contagioso. ¿La otra? Que afecta principalmente a los mayores de 50 años.
Esta crisis sanitaria mundial hace que los estados entren en pánico intentando contener la situación. Los laboratorios se pelean por quién es el primero en patentar la vacuna, más que por quién es el primero en inventarla. Algunos hijos de puta se creen inmunes y se cagan en las normas de prevención, cagándose también en el resto de la población. Y después están los medios de comunicación, que aprovechan la paranoia de todo el asunto y -en la noble búsqueda de vender más diarios- generan más paranoia.
Uno podría decir que esta obra es una de las tantas otras obras de ciencia ficción que predijeron el futuro. Que esta obra -con casi 100 años de antigüedad- predijo la pandemia del coronavirus. Pero los descendientes de Capek no lo vieron así. Lo que ellos vieron fue una infracción de copyright. Alguien se había copiado las ideas de su antepasado, había generado el coronavirus, y peor de todo, no les había garpado. Y así no va. Los derechos de autor se pagan.
Rápidamente los Capek se acercaron a una importante firma de abogados especializada en propiedad intelectual. Ahí contaron su situación: alguien los estaba cagando.
La firma de abogados escuchó atentamente, sonrió, negoció sus honorarios y tomó el caso.
Después de esto, en la habitación cayó un silencio profundo. Nadie hablaba. Esto duró varios minutos, hasta que el abogado-pibe-recién-recibido-que-todavía-cada-tanto-trae-el-café dijo lo que todos estaban pensando:
-El tema es, ¿a quién denunciamos?
Ahí estaba el problema. ¿A quién? ¿Quién se había afanado las ideas? ¿Quién era el responsable de la pandemia?
La familia y la firma debatieron sobre los sospechosos.
Primero estaba la República Popular de China. Acá dieron varios argumentos. Que lo habían creado ellos. Que no lo había creado, pero ehhh… sopa de murciélago, qué sé yo. Que bueno, quizás el primero y segundo argumento no eran del todo sólidos, pero el que sí lo era fue que China encubrió la enfermedad para mantener la solidez del régimen -en criollo básico, se hicieron los pelotudos- y que por eso el Covid-19 dio la vuelta al mundo.
Otro sospechoso era Estados Unidos. La tierra del sueño americano que no se bancaba mucho al sueño chino, y que -en un intento por ganar la guerra económica y joderlos- les plantó el virus en el jardín de la casa.
También sumaron a la lista al Laboratorio de Biotecnología de Wuhan. Ahí está el banco de virus más grande de toda Asia. Era posible que la institución y los científicos no tomaran las precauciones debidas y que de acá, por un descuido (o no), se haya origininado el coronavirus.
En ese momento uno dijo, ¿Y Dios? ¿Y si todo esto es obra del señor?
Esto generó mucho desconcierto. No porque les pareciera ridículo el comentario, sino por la pregunta que lo seguía: ¿cómo carajo denuncia uno a Dios?
Después de un corto debate llegaron a una respuesta. Si el papa era el representante de Dios en la tierra, también debería ser él quien se hiciera cargo de sus crímenes. Incluyendo los de copyright.
Una vez sumado a Dios a la lista, se discutieron otros sospechosos. Alguien había visto un video conspirativo que culpaba a la Cientología. Otro había leído en Twitter que todo era obra del grupo Bilderberg. Uno tiró que para él había sido Ed Sheeran, en un intento de matar a la población mayor y dejar un mundo de sólo menores de 40, la principal demográfica que lo escucha.
Llegar al fondo de quién es el culpable de la pandemia -y por ende a quien deberían denunciar- viene siendo complicado. Motivo por el cual los Capek y la firma de abogados llevan debatiendo por los últimos dos meses.
Si alguien tiene la respuesta, por favor comuníquese con ellos. Están cansados y quieren volver a sus casas.