Hace tiempo venimos confundidos como sociedad. Ridículos todos, ahorrando en dólares. Malabareando entre el blue, el solidario, el mayorista. Actualizando Infobae para ver a cuánto está, chequeando con la cueva, con un amigo. Comprando 200 por mes, o lo que nos dejen en el momento.
Vengo a decirles que estábamos equivocados. Que estábamos pateando para cualquier lado. Que la mejor inversión de todas siempre estuvo cerca nuestro. En nuestro bolsillo.
Sí señores. El sueño de los peronistas es cierto. Se puede ahorrar en nuestra moneda. Pero no en cualquiera. En la de 1 peso.
Lo que pasa es esto: ese metalcito redondo que representa $1 vale bastante más que un peso.
Hay 2 tipos de estas monedas. La del jacarandá y la bimetálica. El material del que está hecha la primera (acero electrodepositado con cobre, dale boludo, como si te importara cómo mierda se llama) vale $1,75 y el de la otra (cruponíquel y bronce de aluminio) $4,73. Eso es lo que te paga un comprador de metales. Así nomás. Taca taca.
Pero banquen. No se emocionen todavía. Encontrarlas no es tan fácil. Uno no puede ir al banco y pedir una fortuna en monedas. No. Gracias a la inflación que manejamos, esos camioncitos blindados que recorren la ciudad llevando guita a los Santanderes y Macros y BBVAs suelen sólo tener billetes. Pero no es nada de qué preocuparse. Comprando de a pocos miles y visitando varios bancos, en una mañana podemos juntar un lindo número.
Pero banquen -aclaro- nada de esto es exactamente “legal”. Pero la palabra “legal” para los argentinos es como la palabra “estólido”. Alguna vez la escuchamos, pero no estamos muy seguros de qué significa y así cruzamos en rojo, no hacemos factura y destruimos nuestra moneda para hacer una moneda.
Volvamos.
Los primeros en darse cuenta y meterse en esta hermosa bicicleta financiera fueron los colectiveros. De a boletos de uno con quince armaron su imperio, pero cuando el pasaje llegó a 4 el gobierno se avivó, creó la SUBE, y les bajó las ganancias.
Otros que pedalearon felizmente fueron los dueños de las vending, ¿se acuerdan?, ¿esas maquinitas en las que ponías unos mangos y te daban una coca-cola? Se hicieron unos pesos, pero la tramoya se les complicó rápido. La coca ya cuesta 50 mangos, y nadie anda con eso en el monedero.
Y no hay que olvidarse de las abuelas. Ellas también estuvieron metidas. Siempre cambiándole las monedas a los nietos por billetes, hasta a veces a pérdida. Pero no, no, no, una pérdida aparente nada más. La nona no es boluda, y con los dos mangos de jubilación no le alcanza y se las ingenia, y no debería sorprendernos que esté metida en cosas medio rancias. Esta operación duró un tiempo, la vieja se pudo comprar todas las DRF que quería, pero eventualmente la inflación consiguió que los billetes llegaran al jardín de infantes y terminaran así el Geriátrico-Gate.
Como verán, muchos intentaron y fracasaron. Los únicos que se pudieron mantener firmes en esto son los chinos con sus supermercados y restoranes de comida por peso. Siempre los más vivos, hace años que te compran $100 en monedas por $105. Te dan la ilusión de que ganaste 5 pesos, pero realmente te cagaron $370. Brillante.
Yo sé que alguno podrá dudar, decir, pero las compran para tener cambio. A esos les pregunto: ¿alguna vez un chino les dio cambio en algo que no sean caramelos?
Exacto. Los Lobos del Merval no son Pérez-Companc ni Constantini. Los Lobos del Merval son los dueños de “Alegría”, “Armonía” y “Felicidad”.
Es hora argentinos. Sigamos el ejemplo de los almacenes de la esquina. Paseémonos por los bancos. Llenemos los monederos. Rompamos los chanchitos de los chicos. Cambiémosles las monedas por billetes y nuestras vidas para siempre.