“El futuro está en los microondas”. Eso dijo un tipo en 1946 y se llenó de guita, pero después unas décadas esa frase dejó de ser cierta.
Hasta ayer.
Abrí mi microondas y metí un plato con una fugazzetta rellena y media milanesa. Le di arranque y el platito empezó a girar. Pero ahí comenzó a pasar algo extraño. Del aparato empezó a sonar la canción de Volver al Futuro. ¿Saben? Tan tan tan taratantan tan tan.
Preocupado lo abrí y de ahí salió Alberto Fernández. Pero este no era cualquier Alberto Fernández. Era el Alberto Fernández de 2025.
Salió agitado, transpirado, con medio bigote y me dijo, escuchame pibe, vengo con noticias. Las profecías de los tacheros son ciertas. El país se va a la mierda. Te lo vengo a contar a vos porque en el futuro te pagan millones por escribir tu columna, así que te quiero agarrar ahora antes de que te agrandes y te olvides del barrio.
Esto fue lo que me contó.
Todo empieza con lo que Cornejo dijo esta semana, eso de que Mendoza debería independizarse. Parece que esto genera un gran revuelo allá y la gente se le empieza a sumar. Hay saqueos, quilombo, queman banderas, se tatúan racimos de uvas. Todo así hasta que llega Navidad.
Para celebrar Cornejo invita a toda la provincia al viñedo de Trapiche a escabiar. Y de ahí, con hipo y los labios violeta, declaran su independencia.
-Yo no me lo tomé muy en serio, al menos no al comienzo, -me dijo Alberto- pensé que a la semana iban a volver de rodillas-.
Pero eso no fue lo que pasó. A los 6 meses de su independencia, la República de Mendoza consigue el doble superávit, lleva la pobreza al 0% y participa del G-20.
Esto causa una gran conmoción y comienzan a surgir movimientos en otras provincias que en cuestión de meses consiguen sus independencias.
La primera en seguir el camino de los mendocinos es Córdoba, que el 11 de agosto se convierte en una república independiente. Como primer medida declara prohibida la venta de Pepsi en todo el territorio y pena con la muerte su mezcla con el fernet, que ahora es oficialmente la bebida nacional.
En tres meses la República de Córdoba quintuplica sus reservas, la expectativa de vida de sus habitantes llega a 119 años y es invitada a unirse a la Unión Europea.
Salta pasa a llamarse La República de la Empanada y la Montaña, y a sus habitantes se les puede decir tanto montañeses como empanadaenses. Además de adquirir estos curiosos adjetivos gentilicios, pasa a ser el país con más millonarios por metro cuadrado.
Capital Federal se convierte en El Reino Larreta, pero pronto el rey es asesinado por un hombre al que en las calles llaman “El Gato”. El reino pasa a llamarse Imperio Boca Juniors.
En cuestión de meses, todas las provincias declaran su independencia, hasta que sólo queda San Luis, que finalmente toma el nombre de República Argentina. Rodríguez Saá está feliz, a punto de conseguir su sueño: ser presidente por más de una semana. Lastimosamente muere a los dos días en un trágico incidente involucrando una pastilla de las golosinas “Mentos” y una Coca Cola Light.
Alberto y su perro Dylan vuelven a su tríplex de Puerto Madero. Pero sienten que no pueden quedarse con los brazos cruzados. Que tienen el deber de avisarle a los ciudadanos sobre la catástrofe que está por venir. Así que durante dos años y con ayuda de una calculadora, Alberto inventa una máquina del tiempo en su microondas. Una máquina que funciona a base de plutonio, el VHS de Volver al Futuro 3 (para Albert, la mejor lejos) y medio bigote.
Esta es la máquina que lo llevó hasta mi cocina.
Una vez que terminó su relato, lo miré fijo.
-Alberto, después de todo esto que me contás, sólo tengo una pregunta.
-Sí, decime pichón.
-¿Cuándo termina la cuarentena?