Para los que no saben, cuando no estoy escribiendo esta columna, trabajo de creativo publicitario. Ese es el título. Básicamente me dedico a resolver problemas de comunicación y hacer que la gente compre cosas que no necesita.
Cuestión, una mañana me llama mi jefe, mi director general creativo. Nico.
-Marcha, cuchá, tomate un Cabify ya para la agencia. Tenemos una reunión con un nuevo cliente.
-Pero Nico… estamos en cuarentena.
-Me chupa la pija. El cliente quiere vernos cara a cara.
-Pero ¿quién carajo se cree este fucking cliente? ¿El presidente de Argentina?
-Justamente eso es. El presidente de la nación. Albertito. Ahora subite a un Cabify y no rompas las pelotas.
Las cosas en el país no andan bien. Lo sabe Alberto, lo sabe el verdulero, lo sabe el dueño del sex shop de la esquina. Estamos en picada, en caída libre. Cada vez que hay un comunicado nacional, no hay demasiadas buenas noticias. Las malas, en cambio, son varias y se repiten. Principalmente muerte, desocupación y pobreza.
Por estos motivos el gobierno nacional se acercó a mi agencia, y por ese motivo yo estaba entrando ahí, después de más de 6 meses de no pisarla.
Fue mi jefe el que me abrió la puerta.
-Andá directo a la sala de reuniones. Albert ya está ahí.
Caminé en silencio por las mesas que llevaban tanto tiempo abandonadas. Había mates con moho, bananas descompuestas y un shawarma a medio comer completamente podrido.
Entré a la sala. Ahí estaban Alberto, Cafiero y Cristina. Sin saludar ni decir una palabra me senté en una de las sillas. Nico se sentó al lado mío.
Estuvimos así un tiempo, sin decir nada, hasta que por fin Alberto se paró y habló.
-Necesitamos una idea. Algo que nos permita dar comunicados oficiales y que la gente se ponga contenta, o que por lo menos no se deprima.
Levanto la mano.
-¿Sí, querido?- me pregunta Cristina.
-¿Cuánto tiempo tenemos?
-1 hora. Y si no nos gusta la idea, expropiamos la agencia.
-Pero lo que ustedes necesitan es un milagro, no una idea.
-Entonces ponete a rezar flaquito.
En ese momento se levantaron y se fueron. Quedamos sólo mi jefe y yo.
-Qué viva la patria.
Como buenos publicitarios, pusimos a hacer café, prendimos la computadora y empezamos a pensar. Después de 56 minutos, no teníamos nada.
-Bueno, fue lindo mientras duró- me dice mi jefe, deprimido porque en 4 minutos va a perder su agencia.
-Che,- le dije, como para distender- ¿viste la última propaganda de Fibertel? Una poronga.
-Chotísima.
Y ahí se me ocurrió. Le conté la idea a Nico. Rápidamente escribimos algo y cuando pusimos el último punto, entró Albert con toda su banda.
-¿Y chicos? ¿Tienen algo?
-Tenemos- le dije canchero, sosteniéndole la mirada.
Me levanté de mi silla y comencé a presentar.
-En publicidad hay una técnica infalible que usamos. La técnica es la siguiente: cuando vamos a decir algo y eso que vamos a decir es una poronga, lo decimos en inglés, y creo que acá hay que hacer lo mismo. Ya no tenemos una devaluación, ahora tenemos una “devaluation”. Ya no tenemos impuestos, ahora tenemos “taxes”. Y ya no tenemos coronavirus, ahora tenemos “coronavairus”, así, en english.
En ese instante Alberto no se pudo contener. Empezó a llorar. Miró a Cristina y le dijo:
-Estamos salvados.